La importancia del Duque de Orleans para Villamanrique se remonta a la gran devoción a la Reina de las Marismas que, su madre, la Condesa de París, le inculcó a cada uno de sus hijos.
Fue un gran viajero, explorador y marino, enamorado de la marisma andaluza y un huésped asiduo del palacio de Villamanrique, a donde solía llegar haciendo todo el trayecto a pie desde Sevilla, con un pañuelo atado a la frente.
Viajó por el Ártico, y en Groenlandia descubrió varias islas a las que dio nombres relacionados con su familia y Villamanrique: Isla de Francia, Isla de París e islote del Rocío, haciendo mención así a sus recuerdos vividos en el Palacio de Villamanrique y a la devoción familiar hacia la Virgen del Rocío.
Al regreso sano y salvo de una de sus expediciones al Polo Norte, el Duque de Orleans ofreció a la Virgen del Rocío una reproducción de la corbeta Belgique, a la que tanto cariño tuvo y con la cual navegó los mares remotos, que llevaba grabado la siguiente dedicatoria: »A Nôtre Dame del Rocío. Exvoto de le Duc D’Orleans. Champagnes Polaires Artiques. 1905-1909».